He tardado 15 años en llevarlo a cabo, pero he ido a las antípodas. Este viaje a Australia se instaló en mi mente en aquel entonces, cuando solo tenía 15 años y mi hermano llegó con un folleto de “estudiar en Australia”. Australia esperaba a unos 17 mil kilómetros que tardé más de 20 horas en recorrer. En días de vacaciones o en horas de vuelo, ha sido el viaje más largo de mi vida (tal vez introspectivamente también). El más esperado. Y tal vez por las expectativas tan altas que se ponen en un viaje a Australia, ha sido una especie de decepción. Una decepción que, en cambio, quiero y debo repetir.
No quiero generar una falsa impresión: el viaje ha ido bien, lo he disfrutado y quiero volver. Siempre he sido una persona que valora la libertad y estar tan lejos ayuda a sentirse dueño de ella. Mi viaje se centraba en las tres principales urbes del país (Sydney, Melbourne y Brisbane) y en Tasmania. La Australia urbana es abierta y tolerante. Tasmania también, y añade esa bajada de ritmo que se merece todo largo viaje. Tasmania se muestra amable y próxima, muestra la naturaleza más exuberante. Melbourne presume de cosmopolismo. Sydney, mientras tanto, se deja ahogar en una cierta arrogancia de su grandiosa imagen. Brisbane es la sorpresa, que tranquila y modesta, alcanza y supera en algunas cosas a sus hermanas mayores.
Este viaje a Australia ha significado entender uno des los grandes problemas de la globalización. He viajado durante dos días para encontrarme con algo que ya no sorprende. Las diferencias entre San Francisco, Barcelona, Berlín o Sydney pueden ir, lentamente, perdiendo sus límites del matiz. No es algo nuevo, no es que no lo esperase. Simplemente he visto confirmado que en el medio urbano, poco queda para sorprendernos. Y muestra de ello es la cantidad de veces que acabas escuchando “Melbourne es más europea”. O otras frases como “Sydney es como Brisbane, simplemente más grande”. Y es cierto, las ciudades han caído en un mera repetición del éxito de sus vecinas… o sus antípodas.
Pero quiero volver. Quiero volver porque un viaje a Australia puede suponer una gran conexión con parajes únicos, no solo urbanos. Aquí es donde la culpa me la tengo que echar a mi, y solo a mi: por no buscar un compañero de road trip como casi todo el mundo hace. Y es que Australia es un país para recorrer en coche (o, mejor, en caravana, ¡que el alojamiento es bien caro!). Pero, como ya he hecho con muchos destinos, esto ha sido una toma de contacto. No me importa repetir.
En las próximas semanas podrás seguir en el blog más experiencias sobre mis 3 semanas en Brisbane. Sin embargo, en Twitter e Instagram ya te dejamos un buen aperitivo. Desde hoy continuamos durante una semana con publicaciones dedicadas a Australia en Instagram. ¡Síguenos!
La culpa la tienen tantas redes, (y nosotros mismos por masocas), que buscamos tanta información antes de ir al destino que luego ya no nos sorprende 🙁 Por eso nosotros tiramos cada vez más hacia la naturaleza, al monte.
Porque sí, todas las ciudades son iguales: en todas hay Starbucks, Mcdonalds y hasta Zara.
Totalmente de acuerdo contigo. Pero hay ciudades que se reinventan a si mismas o siguen una marcada tradición dentro del cosmopolismo y la globalización que las diferencia. Precisamente no había leído mucho sobre Australia antes de llegar, por lo que la sorpresa la iba a tener. El problema fue encontrarme algo desconocido que parecía que llevaba años formando parte de mi rutina.
Estoy de acuerdo contigo cada día aveces vamos invadiendo lo bello de las ciudades , me podrás recomendar alguna agencia de renta de autos. quiero rentar un coche ahora que valla para allá , espero tener un buen viaje y ver cosas maravillosas.
Hola Gigi,
Pues en Australia no renté ningún coche, pero está muy bien hacer car pooling, que es devolver furgonetas o coches a sus oficinas de origen. Suele costar muy poco, como 1 euro al día a veces. Eso sí, con tiempo y kilometraje limitado. ¡Hay que valorarlo bien!