[space_80] El otoño ilumina Granada con una luz tenue pero reveladora, y expone con todo lujo de detalles la miríada de tonos ocres, rojos y amarillos que aparecen por doquier. Colores que a sazón encumbran a La Alhambra, la joya de la corona de Granada, en sus alturas y resaltan su belleza poderosa y magnífica. Llegamos al medio día, pero nos dió la impresión de que acaba de amanecer o que estuviera a punto de atardecer, como si Granada estuviera atrapada siempre en los mejores momentos del día, cuando el mundo apenas despierta a su belleza o el sol apenas se quiere ir para no dejar de verla. Espero que perdonen tanta floritura, pero entre La Alhambra y Granada tengo la sensación de estar metida dentro de una nube rosa mientras Stendhal toca el violín. Cursi, lo sé, pero inevitable cuando se trata de la patria de Boabdil. [space_20] [space_20]…

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Berlín

Berlín es la más bella de las ciudades imperfectas; una ciudad que siempre tuve lejos de mis itinerarios de viajes soñados, pero que hoy en día logra que busque excusas para volver cada vez que puedo. Una ciudad eternamente cambiante que me frustra y enamora en igual medida y que me invita, sin esforzarse en absoluto, a volver una y otra vez. Berlín es un amasijo de buenas intenciones y de malas intenciones que se reflejan en su trama urbana. Una ciudad que ha crecido convulsa y accidentalmente,  víctima de todo tipo de vejaciones urbanas, históricas y totalitaristas. Es un manojo de errores y aciertos que deja todo tipo de espacios que dejan la sensación de ser retazos de algo que debió ser y nunca fue. Pero he ahí su encanto, cada uno de esos retazos tiene su propia historia, su propia evolución y un carácter que se imprime en la…

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[space_40] Mi primer invierno en Europa fue también mi primer invierno lisboeta. Aunque para muchos en Lisboa esta estación pasa un poco desapercibida, para mí fue toda una revelación, el descubrimiento de los cambios estacionales, y el telón de fondo de un viaje catártico que cambiaría mi vida para siempre. Era la primera vez que viajaba sola por tanto tiempo (seis meses) y la primera vez que pisaba Europa, un sueño cuya lejanía no hizo más que alimentar una obsesión pero que al cumplirse me abrió las puertas de muchas ciudades, edificios y paisajes maravillosos. Y ese primer viaje “al otro lado del charco” como decimos en Colombia me dio la oportunidad de conocer Lisboa íntimamente. Me dediqué a recorrer sus calles todos los días durante meses. Vi, para el completo y total asombro de mis ojos, como la perspectiva y el paisaje de una ciudad podía cambiar tan radicalmente…

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