[space_40]Si pudiera me iría a vivir a Lisboa, pero ser adulto tiene sus consecuencias y una de ellas es saber dejar los caprichos a un lado. Lisboa es mi capricho crónico, por lo que buena parte de mi energía vital se gasta en aplacar las ganas de salir corriendo a bañarme en natas de A Manteigeria por el resto de mi vida. Desafortunadamente o afortunadamente (nunca logro decidirme), esta condición crónica empeora cada vez que vuelvo a Lisboa y descubro nuevos lugares para comer y calmar el ogro omnívoro que vive en mi estomago. Este último viaje, como ya sospecharan, no fue la excepción.[space_20]
Un peruano en Principe Reial.
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[space_20]Hay días veraniegos en Lisboa en los que el paladar, saboreando la sal que arrastra la brisa, simplemente quiere bañarse en el mar; lo añoras, lo quieres probar y el cuerpo te lo pide de muchas diversas maneras. En mi caso (como sería de esperar) añoro con las papilas gustativas, así que o comía algo de mar, o enloquecería. Así que tras una exhaustiva búsqueda en Principe Reial, encontramos un local con un pulpo gigantesco en el techo, con toda la pinta de haber sido decorado por un pirata alquimista devorador de marisco y que olía exactamente a lo que buscaba: a pescado, a limón, a leche de coco, a pacífico y a atlántico.
Estaba lleno hasta las trancas, pero cuando el cuerpo pide lo que el cuerpo pide, no hay nada que hacer sino esperar valientemente (definitivamente hay que considerar hacer reserva). Al entrar, entre el pulpo gigante, los tarros de cristal con cosas indecibles, y el blanco sobre blanco de baldosas sobre mármol, supe que estaba en el sitio indicado.[space_20]
Los ceviches.
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[space_20]Comenzamos con un Ceviche Puro: pescado blanco de temporada, cebolla roja, batata o boniato en puré, algas y toda esta maravilla bañada en leche de tigre; seguimos con una Causa Mixta: Tartar de salmón, caballa ahumada, mayonesa de rábano, vieras, wasabi y kimchi; y para terminar Quinoa de mar: quinoa (duh!), camarones, berberechos, mejillones, algas y espuma de ostras. No suelo describir con tanto detalle los platos que como, pero señores, solo quiero que se detengan y piensen en el sabor de cada uno de estos ingredientes, y tengan fé en mí cuando les diga que son combinaciones maravillosas, atípicas pero poderosas. Estos platos son un desafío a la sencillez, pero aún así el resultado, el sabor es absolutamente primitivo, se envuelve en la lengua como una sensación ancestral, un sabor que siempre ha estado en nuestra lengua, pero del que no éramos conscientes. Esa es la maravilla del ceviche, que es un plato universal y maravilloso.
Y con esto termino, sospechando que temen por mi sanidad mental, pero, si les sirve de consuelo y para que no teman por mí, les cuento que los postres dejaron mucho que desear.